spa.RK tiene el placer de presentar el primer disco de bRUNA, el artista nacional que con apenas unos temas en myspace ha dado más que hablar en la escena electrónica, despertó el interés de la crítica y apareció en las páginas de la prensa musical. Y no sólo por haber jugado, de manera casi inconsciente, todas las cartas de las nuevas redes sociales virtuales. No nos extraña que bRUNA llamase pronto la atención de los rastreadores de nuevos sonidos y fuese seleccionado para la edición de Toronto 2007 de la Red Bull Music Academy o pinchase tres veces seguidas en Sónar. Pero es que además su música despierta pasión, y no nos sorprende: ¿quién no ha tarareado “Settle for Nothing Less” o “Lost and Found” en este último año? Además, su magnífico maxi en Paradigma Musik, con remezcla de su amigo Marc Marzenit incluida, dejaba intuir que lo mejor estaba por llegar. Y aquí está. Para ser honestos, lo que más nos atrae de bRUNA es la pasión: electrónica apasionada, hecha con verdadero amor, sin medias tintas, en forma de canciones intensas al cien por cien que evidencian, como no podía ser de otra forma, su querencia pop. Y por eso sus melodías se quedan pegadas al alma. De formación clásica y melómano confeso, lo primero que salta a la vista en la música de Carles Guajardo es su dominio absoluto de la composición. Amamantado en la más exquisita electrónica europea y en el pop más intenso, su música respira magnificencia orquestal, electrónica crepuscular y pop poderoso a lo Creation: emoción a raudales. bRUNA es un perfecto ejemplo de la renovación generacional de la electrónica, protagonizada por aquellos que crecieron con ésta de manera natural y para los cuales no es una moda pasajera, sino un lenguaje particular. Aphex Twin, sí, pero aún más James Holden y Kettel. En un momento incierto en el que lo que prima es la dispersión sobre la concreción (CDs de 72 minutos, EPs descargables de 1 hora), llega Carles y nos presenta “And It Matters to Me to See You Smiling”, un álbum a la antigua usanza que se nos antoja radicalmente moderno: 27 minutos, sin rellenos, de un vitalismo contagioso, estructura conceptual y canciones ultracortas, donde nada sobra y nada falta y que demuestra su claridad de ideas y lo sólido de su discurso. Un disco que pasa a toda prisa y que se convierte en pura adicción.